¡TENNO HEIKAI BANZAI! (¡Larga vida al
Emperador!) o El último grito de Mishima
(Sobre fragmentos intervenidos de
“Mishima o la visión del vacío” de Marguerite Yourcenar)
Reservemos
para el final la última imagen, la más traumatizante, tan impresionante que
sería reproducida muy pocas veces. La cabeza cortada de Mishima sobre la alfombra del césped del
Estadio, probablemente de acrílico, casi tocando los pies del jugador que miara
hacia otro lado. Sería así posible la vergüenza, tal vez más estupor que
espanto. Por unos segundos al menos, el desconcierto, el vocinglero griterío
del estadio se reduciría al silencio. Unos instantes al menos. Mientras por los
altoparlantes suena la voz desgarradora de la madre, sin saber si se acerca al
grito o al llanto: “NO LO COMPADEZCAN, por primera vez en su vida hizo lo que
quería” Acto seguido el anuncio de una tarjeta de crédito, la voz alegre del
locutor arranca nuevamente el violento rugido de la barra enardecida en el
estadio, otra vez las serpentinas, los ¡viva, viva! lastimosos, la parodia
idiotizada del esclavo, entonces el MUNDO nuevamente sigue girando, tan
impávido, frente a la tragedia humana.
Pero
en la noche, cuando el sueño se acurruque como un cadáver en la espalda de
quienes asistieron al estadio, en medio de la espesa bruma del descanso que se
acerca, se preguntarán cómo llegó allí esa cabeza, quién la llevó, porque los
jugadores la patearon sin descanso, hasta convertirla en un sucio pingajo
ensangrentado. Se preguntarán por qué, cuando no quedó de ella nada, se
retiraron, sudorosos, con la cabeza baja y la mirada extraviada cuidando sus
espaldas del látigo furioso de los árbitros. Se preguntarán por qué el relator
contaba chistes obscenos y racistas por los alto-parlantes y por qué entre
chiste y chiste se oía a la madre gritar “NO LO COMPADEZCAN”. Y cuando crean
encontrar la respuesta en las banalidades superfluas e la vida, les vendrá el
recuerdo de la cabeza de Mishima girando en el aire, gritando: ¡TENNO HEIKAI
BANZAI! Y como en un vulgar acto de magia de un circo abandonado, la
ignominiosa compañía del desvelo se les sentará de improviso a su lado.
…mientas
tanto, un objeto perdido en el oscuro campo de juego, resto ya casi inorgánico
de estructura destruida, espera el fuego, para sólo ser residuo mineral y
cenizas, no hay más banderas desplegadas, no más senos voluptuosos bajo remeras
mojadas, no mas carteles escritos “QUE VIVA LA PATRIA ”, apenas sólo queda el
vacío inútil de su hazaña, que no durará en la memoria del pueblo, más que el
pitido de comienzo de otro partido en el estadio.